¿A quién van a creer?
Las ocho de la mañana; el despertador se ha empeñado en dejarlo bien claro. Se levanta dejando otro cuerpo y otra alma que rezan entre las sábanas porque este no sea un día más. Desde la cama se oyen sus pasos hasta el cuarto de baño: Una limpieza física y un despertar de los sentidos. Siempre sale con el pelo y la cara mojados. En unos minutos el aroma del café ya invade la casa. No se preocupa en exceso de no hacer demasiado ruido. El café cae en el vaso y viaja hasta el despacho donde las teclas del portátil comienzan a murmurar ya desde temprano. Ese ordenador de ha convertido en un arma que dispara textos y canciones más hirientes que cualquier bala. Y desde la cama el desasosiego se derrama por el dormitorio y lo desborda entre las sombras del amanecer. Un desasosiego iluminado por la ventana que se abre para ver dónde está la ropa y no se cierra, ¿recordará que hay otra persona en la cama? Pasos ahora hasta la puerta de la calle, portazo y más desasosiego. Habrá ido por el pan. ...