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Mostrando entradas de junio, 2007

Desierta.

A cuento de "rellenar mi cama" una amiga me ha recordado que, realmente, mi cama me gusta tan ampliamente desierta como suele estarlo en los últimos tiempos (además de que a doblar las sábanas también le he cogido ya el truco). De vez en cuando pasa por mi cama algún alma nómada que se va igual que vino. Pero es que los desiertos son así de poco acogedores. Te dan la hospitalidad justa para pasar la noche de descanso que necesitarás para al día siguiente seguir tu camino. Es raro, muy raro que pase, pero el problema viene cuando la compañía ha sido lo suficientemente agradable como para olvidarse de mirar al cielo. Y te jode que se vaya. Te jode de una manera extraña, casi autolítica, y te ves pidiendo a un nómada del desierto que deje su camino por un día más. Y es raro, muy raro, pero a veces pasa, y al final me acaba ocurriendo como le ocurrió a aquel aviador francés que, con sus alas maltrechas, vio irse por el desierto a un niño que tenía cabellos de oro; mi cama se conv

Si eres peludo...

Un consejo: Si eres un tío peludo, no metrosexual y de cierta edad... no pongas suelos blancos (sobre todo si andas por ahí medio en bolas). Yo no sabía lo rápidamente que cambiamos de pelaje los humanos hasta que me compré un piso con los suelos de la cocina y el baño de color blanco. La mopa y el cepillo echan humo. Ahora tengo un dilema: ¿Me depilo o me plastifico? Porque lo de cambiar el suelo con lo que cuesta y al nivel actual del Euribor es poco menos que una utopía. La verdad es que la primera no me convence nada, y la segunda viviendo en Sevilla puede ser noticia este verano. Por favor, si alguien tiene alguna idea que vaya dándomela; se lo agradeceré.

Fold on/off

Hay que joderse; se compra uno una cama de 150x200 y resulta que no trae doblador de ropa de cama automático. Qué difícil es doblar esas fundas nórdicas y esas sábanas uno solito. Las camas así de grandes deberían tener un dispositivo especialmente diseñado para solteros no muy altos: "Fold on/off". Echas la ropa seca encima, pulsas, y te la dobla sola. Con un interruptor estratégicamente situado, eso sí, que después las visitas lo ven, le dan al botoncito sin bajarse de la cama y... ya la hemos liado (o mejor dicho, doblado). Pero ya no me pasa más. Yo quiero a alguien que me ayude a doblarlas, y ya de paso que rellene un poco la cama por las noches, pero eso sí, que duerma del tirón sin moverse mucho y sin levantarse de madrugada, que yo tengo un sueño muy ligerito. Que si no tampoco pasa nada. ¡Eh! Que me las voy arreglando, pero si esto de la soltería se vuelve crónico llegará el momento en que empiece a encorvarme. De modo que hay que ponerse manos a la obra con el inven

Pinté mi cielo de blanco...

En tres días pinté mi cielo de blanco, y al tercero resucité. Ya no me quedan grietas importantes. Tres días de trabajo, aislado del mundo, en una especie de limbo a dos metros y medio de altura. Duele cada parte del cuerpo. Pintar tu cielo particular no es ninguna tontería... duele. Ahora es de un blanco fresco, radiante, limpio, casi perfecto. ¿Durará? ¿Se caerá algún trozo? ¿Cambiará pronto de color? ¿Reaparecerán las grietas? Estoy deseando tumbarme a mirarlo, o a dormir bajo él. Necesito cerrar los ojos.

No puedo escribir.

Estoy hasta los cojones de escribir y borrar una y otra vez. Me niego a salir de aquí hoy sin dejar constancia de que estuve. No hago más que sentarme y mirar de nuevo cómo el cursor parpadea esperando el impulso. Pero es que hoy da pánico esta puta inestable raya vertical. Debería darme igual quién pueda o no leerlo, pero qué difícil es. Ayer empecé las vacaciones, y no las quiero ahora, hoy no. No tengo tiempo para no hacer nada. Ahora quiero moverme, pero ya ves; ni los dedos saben hacerlo en estos días. Sé que es cuestión de tiempo, pero que lento pasea el muy cabrón por delante de mis narices. Al menos no hace calor. Prefiero las nubes, siempre prefiero las nubes. Estas parece que me acompañan en el color. Es un buen momento para ir en bici a ninguna parte y descansar junto al río. Es un buen momento para escribir y yo lo confundo con uno para coger la bici. En fin, está claro que para esto de escribir hay que estar más jodido de lo que yo lo estoy ahora. Porque esa es otr

Con el corazón en la maleta.

En poco más de tres años ya he tenido tres mudanzas. Lo peor es que en cada una de esas mudanzas había una maleta reservada al corazón. En el año y poco que llevo viviendo aquí, y eso es lo más curioso de todo, aún no he tenido tiempo de deshacer la maleta en la que llevo el corazón.

Libro de Visitas.

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