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Mostrando entradas de agosto, 2007

¿A quién van a creer?

Las ocho de la mañana; el despertador se ha empeñado en dejarlo bien claro. Se levanta dejando otro cuerpo y otra alma que rezan entre las sábanas porque este no sea un día más. Desde la cama se oyen sus pasos hasta el cuarto de baño: Una limpieza física y un despertar de los sentidos. Siempre sale con el pelo y la cara mojados. En unos minutos el aroma del café ya invade la casa. No se preocupa en exceso de no hacer demasiado ruido. El café cae en el vaso y viaja hasta el despacho donde las teclas del portátil comienzan a murmurar ya desde temprano. Ese ordenador de ha convertido en un arma que dispara textos y canciones más hirientes que cualquier bala. Y desde la cama el desasosiego se derrama por el dormitorio y lo desborda entre las sombras del amanecer. Un desasosiego iluminado por la ventana que se abre para ver dónde está la ropa y no se cierra, ¿recordará que hay otra persona en la cama? Pasos ahora hasta la puerta de la calle, portazo y más desasosiego. Habrá ido por el pan.

Tabú.

No tengo ni idea del porqué de algunas cosas, y es más que probable que nunca la tenga. Quiere que piense en ella. Y yo, como casi todos, estoy demasiado ocupado viviendo como para hacerlo. Me va recordando que sigue ahí; unas veces muy sutilmente y otras todo lo burdamente que sabe hacerlo cuando le apetece. Ha estado cerca, muy cerca, en más de una ocasión. No sé muy bien a qué vino, pero llegó, me acarició... y desapareció. Ya la he visto llevarse a parte de mi gente. Pero es muy rara, rarísima, la vez que llego a pensar que viene por mí. Y al decir esto me estremezco y noto retorcerse mis vísceras. Ayer fue un día normal; otro más de los que pasan sin pena ni gloria más allá de cualquier trivial y pasajera alegría. Ya tengo pretensiones para mañana. Pero lo único cierto es que no sé ni puedo saber lo que me ocurrirá en el próximo instante. No puedo saber si habrá una siguiente pulsación en el teclado, e indiscutiblemente a partir del instante siguiente a la imposibilidad de pulsar

Quiero ser colifato.

Quiero coger, sin más, eso que me ofrecen a un precio que no puedo pagar. Quiero coger sin parar. Quiero gritarle sin medida y sin pudor a ese imbécil que no mira al lado. Quiero besar en la mano a esa chica tan guapa. Quiero romper la puerta de ese retrete sin pestillo. Quiero coger una ramita de romero y regalársela al conductor del autobús. Quiero ir al cuarto de baño sin decirle a nadie a dónde voy. Quiero andar desnudo por la calle. Quiero llorar como un niño. Quiero derrochar sin pensar en mañana. Quiero espantar serpientes a manotazos. Quiero ignorar a los listos. Quiero hablar para que no me entiendan. Quiero ir en bici desde Mairena a Córdoba y volver. Quiero matar a alguien. Quiero escuchar a la tele hablar de mí. Quiero follar en un ciclomotor. Quiero dejar de pagar. Quiero pasarme una semana en la cama. Quiero ser una impresora. Quiero andar desesperantemente despacio. Quiero cantar por Manolo Escobar. Quiero mandarte a tu casita. Quiero fumar en la cama. Quiero que me resc

Todos los días ocurren milagros.

Vuelven a sonar The Verve. Vuelven los sueños de fantasmas. Vuelve, a pesar de todo, a no ser difícil despertar. Vuelve, por suerte, a haber magia suficiente para seguir sobreviviendo: Una mirada de Najwa en las Noches del Pemán. El desayuno en una terraza de la Plaza de San Francisco. El atlántico bajo el sol de Andalucía desde la Torre norte de la catedral. Una gaviota volando el levante de la Caleta. Los pies hundidos en la arena mojada mientras la cometa tira con fuerza. Un descanso a la sombra del balneario. Una cerveza bien fría, unas gambitas al ajillo, unas tortillitas de camarones y una caballa con piriñaca en La Viña. El feliz abrazo por sorpresa de un hada en el Pópulo. Un paseo entre las casas encaladas de Carmona. Un almuerzo frente a la Vega. Un café helado en el Alcázar del Rey Don Pedro. La penúltima de Canasta entre la verborrea de Bárbara, los juegos de Dana y las babas de su recién estrenada preocupada mamá. Todos los días ocurren milagros. Pero a veces, o no querem