Un segundo.

El agua empujó la espuma y la lanzó al vacío desde mi pecho. La vi caer desde el borde de mis párpados a cámara súper lenta, como esas cámaras que usan para mostrarnos la sangre salpicando en el traje de luces cuando el estoque atraviesa al toro, como esas que usan para que no nos perdamos las gotas de sudor saltando del rostro trémulo del futbolista al césped al rematar de cabeza el balón. Sentí una familiar sensación de vértigo. La deforme bola de espuma iba describiendo un leve giro hacia adelante mientras se precipitaba lentamente hasta estrellarse contra la fina capa de agua que cubría el fondo de la bañera. Se extendió sobre la superficie deslizándose con la corriente. Y se fue por el sumidero.

Comentarios

Publicar un comentario

Dejad un poco de vosotros. No olvidéis que los comentarios son el alimento de los blogs. Gracias por los vuestros.