A estas horas...

Ya ha pasado la tarde de domingo. Son raras las tardes de domingo, sobre todo si son de resaca. Dan que pensar a los que tenemos la suerte de pasarlas ociosos de vez en cuando.

Ahora son las diez y media aquí en Sevilla. En Ramala es una hora más tarde. Deben ser las cinco y media de la tarde en Buenos Aires. Y en Sydney acabará de despuntar el alba. Hay luna llena. En el invierno argentino habrá a estas horas mucha gente tomando mate en los parques buscando un rayo de sol que les conforte. Las cafeteras estarán humeando en Australia antes de ir a trabajar. En las camas palestinas se dormirá como casi siempre con intranquilidad. Y aquí los 33ºC son lo que no nos deja dormir.

A mí hoy me preocupa poco lo que suceda mañana. Lo más probable es que todo transcurra con normalidad. Me levantaré tarde, o no, desayunaré, regaré las plantas, haré alguna gestión, arreglaré un poco la casa, haré la comida... en fin, lo de todos los días en que no hay que currar.

A Garib esta noche de insomnio ya le preocupa saber si mañana podrá ir por el pan, si su hijo Abdallah andará enredando en alguno de esos grupos cantera de fedayines, si a su hija Aícha no le dejará, de nuevo, concentrarse en el colegio el recuerdo de su madre, o si mañana le dejarán volver a tiempo del trabajo a casa los soldados del control israelí.

A Paula en Buenos Aires el mate le hace más llevadera esa extraña sensación de inestabilidad que le causa no encontrar el laburo que le llena. Además, desde que Ernesto se fue de casa tampoco está para malgastar las fuerzas en otra cosa que no sea buscar la felicidad en las pequeñas cosas como pasear a su perrita o chatear con ese madrileño al que pronto conocerá en su viaje hacia un futuro más prometedor.

A Andrew el café es lo único que le permite sentirse persona a las seis y media de la mañana. Le queda más de media hora de coche hasta la oficina donde tendrá que lidiar con cuatro empleados que no merecen el sueldo que les paga. Menos mal que hoy sale un poco antes, que para eso es el jefe, a comer con la chica a la que conoció el viernes en el pub.

Está sonando el teléfono. Seguro que es alguien que quiere charlar un poco antes de ir a dormir.

Comentarios

  1. Todas las tardes de domingo son raras,todas..... son extrañamente nostálgicas,y la verdad, no sé por qué?..... como si no hubiéramos pasado una tarde de domingo hace mucho.

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