Desierta.

A cuento de "rellenar mi cama" una amiga me ha recordado que, realmente, mi cama me gusta tan ampliamente desierta como suele estarlo en los últimos tiempos (además de que a doblar las sábanas también le he cogido ya el truco).

De vez en cuando pasa por mi cama algún alma nómada que se va igual que vino. Pero es que los desiertos son así de poco acogedores. Te dan la hospitalidad justa para pasar la noche de descanso que necesitarás para al día siguiente seguir tu camino.

Es raro, muy raro que pase, pero el problema viene cuando la compañía ha sido lo suficientemente agradable como para olvidarse de mirar al cielo. Y te jode que se vaya. Te jode de una manera extraña, casi autolítica, y te ves pidiendo a un nómada del desierto que deje su camino por un día más. Y es raro, muy raro, pero a veces pasa, y al final me acaba ocurriendo como le ocurrió a aquel aviador francés que, con sus alas maltrechas, vio irse por el desierto a un niño que tenía cabellos de oro; mi cama se convierte en el paisaje mas bello y más triste del mundo, con las sábanas por dunas y una lámpara por estrella.

En la página 57 de un libro de un aviador francés había una nota haciendo las veces de marcador: "El calentador está encendido. Hay un poco de café en la cafetera; si quieres puedes calentarlo en el microondas, si lo prefieres puedes hacerte más. Estás en tu casa, llámame si necesitas algo. Beso..."

Comentarios

  1. por favor si por casualidad, una noche en ese desierto tan lleno, se le acerca un niño, si ríe, si tiene el pelo de oro, si no contesta cuando le preguntas,
    se amable y no me dejes tan triste, escribeme enseguida y dime que ha vuelto,
    gracias,
    el aviador francés.

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  2. los nomadas, esos que dan un poco de luz a nuestro corazón siempre estarán aunque no esten contigo, lo malo son los nomadas que dicen ir de sedentarios y te hacen responsable de su huida.

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